martes, 19 de mayo de 2009

Corolario a estas dos semanas. Primero.

Hace mucho que no estudio matematicas pero me gustaba mucho eso del corolario al final de una farragosa teoria. Una forma de concluir, pero elegante.

Un poco de literatura: Los días se alargan perezosos y el calor va extendiendo una vibracion extraña entre el paisaje transformado. La ventana de mi habitacion en St. Gilles da completamente al este, a las seis de la mañana me despierto conmocionado y sudoroso pensando que ya llego tarde. La reacción se repite tambien a las siete, a las siete y media y a las ocho y diez, a esa hora al fin, sí llego tarde.

Desde St. Gilles hasta Uccle casi todo el camino es cuesta arriba. En cuanto salgo de la puerta es el plato pequeño y el piñón grande de la mountain-bike para niños que me ha dejado mi jefe, son los diez años de fumador y videojuegos en las piernas y pulmones, el sueño y las frías y a veces lluviosas mañanas de Bruselas. El Sábado intenté comprar un vélo de cours en el mercadillo de Jeu de Balle, una bici que fardara más entre las amistades y me ayudara a reducir los 30 minutos de marcha forzada hasta el trabajo. Las negociaciones con el turco fracasaron sin embargo cuando éste vio en mi mirada el destello infantil del deseo. Joder, me gustaba aquella bici.

_ Soasanta euró
_ Nada, nada, cuarante, que no tengo más dinero.
_ Pues ahí te quedas chaval

Y se fue. Así que la mountain-bike para niños, que aunque no farda tanto al menos tiene guardabarros y timbre.

¿Tiene usted el paraguas?
Avez-vous le parapluie?
No, señor, no tengo el paraguas.
Non, monsieur, je n'ai pas le parapluie.

Juro que cuando me dieron la beca Leonardo no falsifiqué los certificados que decían que yo era un usuario independiente de la lengua francesa, nivel B.1.1 según el Marco de Referencia Europeo. Pero es llegar aquí y se te viene el mundo encima.

1. No te enteras de nada.
2. Nadie te entiende y te tratan como si fueras un niño.
3. Intentas gestualizar para expresarte y de niño te pasan a tratar como si fueras gilipollas.
4. Descubres amargamente que en Bélgica además de francés hablan flamenco, que los metrobuses vallones no valen en los transportes flamencos y que si le preguntas a un belga sobre el tema ya tienes una hora al menos de diatriba política.

A mí es que no me sale hablar en francés. Siento como que no digo nada. Las palabras son demasiado cortas y además aquí sólo se llevan las agudas; con lo bonitas que son las llanas, lo enfáticas las esdrújulas que parecen convocar en sí mismas a los objetos que designan. Así que para llenar la sensación de vacío que me queda en cada frase no me queda más que hacer muchos gestos y claro, ya tenemos la cara de pero éste de qué va, monsieur, que está usted en un banco.

Al llegar a cualquier ciudad nueva, solo, con tu maleta y la dirección de tu trabajo apuntada en un papel arrugado junto a tu tarjeta de embarque de Ryanair, los primeros encuentros lingüísticos suelen girar en torno al verbo avoir. En los comercios y ventanillas todo marcha bastante bien, con un poco de avez-vous la cosa se suele solucionar aunque sigas sin enterarte de nada. Los compañeros de piso sin embargo suelen flipar bastante cuando te acercas con tu cara de la hemos hecho buena y te lanzas:

Avez-vous un desatascateur?

Para tratar temas delicados soy incapaz de fijar la atención del oyente con un simple a-toi, no me sale. Pero claro, se te va quedando la muletilla y ahora les hablo a todos de usted. No es que sienta un respeto reverencial por todos los europeos ni que el pequeño Paco Martínez Soria que todos los españoles llevamos dentro cuando salimos de nuestra tierra me dicte mis palabras, pero es que sencillamente no me sale.

Una vez que felizmente empiezas a manejar los primeros conceptos sencillos, aiguille : aguja, ampoule : bombilla, super-merchat : super-mercado, peubelle (no confundir con poulet) : basura, comienzan los conflictos culturales. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Cuando les pregunté a mis compañeros de trabajo qué cervezas debería probar, al día siguiente me trajeron una pequeña selección de greatest hits cerveceros, que si la Duvel, la Leffe, la Chimay, ésta de sabor a uva, la verdad es que el final todas me sabían más o menos a lo mismo, porque ya iba bastante ciego, pero claro, eso a un belga no se dice.

Por otro lado la cosa se complica bastante cuando intentas hacer la compra después de llegar del trabajo, imposible, toda gran y mediana superficie está cerrada a partir de las seis y media en esta ciudad, así que desolado (pero desolado en serio, no desolé, que aquí es una triste frase burocrática), te metes en un chino aleatorio, que aquí es turco, y te haces con tu pasta de un euro y tu arroz marca Garrido.

Últimamente he conseguido llegar a un arreglo haciendo la compra en la hora de la comida del trabajo. Lo malo es que los Lunes y Miércoles, que tengo clase de francés, me planto allí con el jamón de York, el lomo de cerdo envasado al vacío y mi salsa agridulce metidos a presión entre los libros y el cuaderno. Es en esos momentos cuando sientes crecer una boina de pana en la cabeza al ritmo de las miradas de los compañeros, a la vez que pones tu sonrisa de idiota y murmuras: vous savez, le temps....

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