domingo, 24 de mayo de 2009

Segundo Corolario


El club de la lucha. El día de la marmota. El mito de Sísifo, de Albert Camus. El viaje de Chihiro. Blogger.com.


Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy cabreados.


Momentos difíciles. En la universidad te enseñan que vas a cambiar el mundo, que la realidad se construye sobre las ideas y los enunciados que van más allá de la repetitiva cotidaniedad vulgar de alrededor. Aprendes versos antiguos, versos profundos, arriesgados, sorprendentes, fascinantes teorías, lees sobre todo lo que podría haber sido y crees que la realidad es posible, contingente y no necesaria. Luego empiezas a servir cafés y te vas desencantando poco a poco. El desengaño de Shopenhauer. El horrible rasgarse del velo de Maya hindú para descubrir aterrado lo que hay más allá.


Phil Connors es condenado por su arrogancia y egoísmo a revivir un día especialmente desagradable para él. El dia de la marmota, una celebracion folclorica en un pequeno pueblo donde abundan los personajes dando saltos y la musica candida e inocente (el Sabado estuve en las fiestas de St. Gilles, pero eso va en la siguiente entrada). El arisco reportero atraviesa todas las etapas metafisicas de la existencia hasta llegar a la iluminacion: - no recuerdo exactamente el orden - la sorpresa, el miedo, la tristeza, la aceptacion, el hedonismo, el cansancio, la muerte y la resurreccion (a traves del amor y la solidaridad).


El engranaje de la realidad es bastante macabro. Los días se repiten con horror y a veces te dan ganas de salir a la calle gritando como el típico pringao de una película de catástrofes - !Vamos a morir ! !no os dáis cuenta! !ahh!, a veces el pringao es afortunado y vuelve en sí gracias a la oportuna bofetada o colleja que le propina el héroe, desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones, sale corriendo sin ton ni son y acaba devorado por el monstruo, el alien, muerto por los soldados enemigos o ahogado en el océano. Para acojonar.


Muchos días, cuando acometo la jodida cuesta de la Rue Vanderschrick a las ocho de la mañana, se me viene a la cabeza la mueca de asco de Phil Connors sumergido en su pesadilla; las palabras de Albert Camus sobre el mito de Sísifo mientras el torpe empedrado de la calle va haciendo traquetear la rueda de la bici. Sísifo no es un héroe griego estándar - con muchas batallitas y fraticidios o parricidios diversos - sino que encaja más en el perfil del típico listo. Miente y roba a los viajeros y escapa a la muerte en dos ocasiones ( la segunda es sin duda la mejor: Sí, sí, ahora vuelvo, que me he dejado el tabaco ahí arriba). Por sus crímenes Sísifo es condenado a arrastrar eternamente una roca hasta la cima de una montaña. Una vez en la cima, o poco antes de llegar a ella, la roca vuelve a caer y Sísifo a descender la pendiente para recomenzar de nuevo todo el proceso. Eternamente.


Chaussure de Waterloo hacia arriba. Intento cambiar de marcha porque llego tarde. Los cascos que repiten las mismas canciones de ayer y anteayer. La carretera, la vista en la carretera porque aprieta la pendiente y son a veces los frenos, los rostros de los conductores tranquilos fijos sus ojos en el disco del semáforo. Es el traqueteo constante y el click mecánico de la marcha cuando hay un respiro, cuando hay una pequeña cuesta y el aire en la cara, la canción precisa, el semáforo, los conductores. Luego es servir cafés y pelearme con la máquina para profesionales, escuchar idiomas que no entiendo, recoger el friegaplatos. Termino tarde y pedaleo distraído y cuesta abajo hacia casa. Pienso en qué cocinar de cena, en el colchón en el suelo de mi habitación vacía, el móvil con la alarma para la mañana siguiente.


La lutte elle-mêmme vers les sommets ça suffit à remplir un coeur d'homme. Il faut imaginer Sisyphe heureux.


Sísifo mortal y feliz. Sísifo descendiendo la montaña inocente y orgulloso mientras contempla el horizonte fugaz e inmenso que ha conquistado. Yo regreso a casa sin más plan que la cena o la partida de Starcraft solo en el salón. La ciudad extraña, la lengua indescifrable y esquizofrénica con sus ojos que me miran como si fuera un niño o fuera tonto.


Hay muy poco en común entre ser becario Erasmus y becario Leonardo. Siendo Erasmus caes en una red social tejida a través de leyendas y mitos y tienes un objetivo muy claro: 1. darlo todo, 2.emborracharte a muerte, 3. drogarte a muerte, 4. tratar de follarte a todo lo que se mueva. Siendo becario Leonardo por otra parte parece que caes en la nada. La gente te sonríe y se alegra y te felicita cuando les dices que te han dado una beca para ir a Bélgica. Llegas allí con ilusión, con ganas, duermes estoico en tu litera del hostal remoto rodeado de mochileros que de repente se te presentan demasiado hippies, demasiado ruidosos para las once de la noche porque al día siguiente tienes que irte hasta a tomar por culo entre conexiones de metro y tranvía que no conoces a las siete de la mañana. Descubres que te vas a pasar varios meses sirviendo cafés, recibiendo broncas en idiomas que no comprendes y hablando por burdos gestos con tus compañeros de trabajo intentando preguntarles en diversos idiomas cómo se puede desbloquear una capa para añadir una máscara vectorial de distorsión gaussiana en el Photoshop.


Me vienen a la cabeza sentencias de Adam Smith y de Hobbes, las frases de barrio que nunca conocí, la canción al final del viaje de Chihiro con el fondo triste tras los títluos de crédito. Chihiro plantándose frente a Chubaba, Chihiro temblando frente a la bruja que escupe con desidia frente a sus balbuceos:


Quiero trabajar... quiero trabajar... quiero trabajar


Así que pensé en lo que me gustaba antes de que el alcohol y las drogas llenaran mis noches y sus resacas ocuparan mis días. Así que me hice socialista. Leí detenidamente los cuadernos de viajes de todos aquellos que habían acabado por una razón o por otra en esta ciudad, en Bruselas, comencé a escribir este blog mientras el vaso de cerveza los viernes sin más plan que alguna canción en el ordenador y las teclas y recuerdos.

martes, 19 de mayo de 2009

Corolario a estas dos semanas. Primero.

Hace mucho que no estudio matematicas pero me gustaba mucho eso del corolario al final de una farragosa teoria. Una forma de concluir, pero elegante.

Un poco de literatura: Los días se alargan perezosos y el calor va extendiendo una vibracion extraña entre el paisaje transformado. La ventana de mi habitacion en St. Gilles da completamente al este, a las seis de la mañana me despierto conmocionado y sudoroso pensando que ya llego tarde. La reacción se repite tambien a las siete, a las siete y media y a las ocho y diez, a esa hora al fin, sí llego tarde.

Desde St. Gilles hasta Uccle casi todo el camino es cuesta arriba. En cuanto salgo de la puerta es el plato pequeño y el piñón grande de la mountain-bike para niños que me ha dejado mi jefe, son los diez años de fumador y videojuegos en las piernas y pulmones, el sueño y las frías y a veces lluviosas mañanas de Bruselas. El Sábado intenté comprar un vélo de cours en el mercadillo de Jeu de Balle, una bici que fardara más entre las amistades y me ayudara a reducir los 30 minutos de marcha forzada hasta el trabajo. Las negociaciones con el turco fracasaron sin embargo cuando éste vio en mi mirada el destello infantil del deseo. Joder, me gustaba aquella bici.

_ Soasanta euró
_ Nada, nada, cuarante, que no tengo más dinero.
_ Pues ahí te quedas chaval

Y se fue. Así que la mountain-bike para niños, que aunque no farda tanto al menos tiene guardabarros y timbre.

¿Tiene usted el paraguas?
Avez-vous le parapluie?
No, señor, no tengo el paraguas.
Non, monsieur, je n'ai pas le parapluie.

Juro que cuando me dieron la beca Leonardo no falsifiqué los certificados que decían que yo era un usuario independiente de la lengua francesa, nivel B.1.1 según el Marco de Referencia Europeo. Pero es llegar aquí y se te viene el mundo encima.

1. No te enteras de nada.
2. Nadie te entiende y te tratan como si fueras un niño.
3. Intentas gestualizar para expresarte y de niño te pasan a tratar como si fueras gilipollas.
4. Descubres amargamente que en Bélgica además de francés hablan flamenco, que los metrobuses vallones no valen en los transportes flamencos y que si le preguntas a un belga sobre el tema ya tienes una hora al menos de diatriba política.

A mí es que no me sale hablar en francés. Siento como que no digo nada. Las palabras son demasiado cortas y además aquí sólo se llevan las agudas; con lo bonitas que son las llanas, lo enfáticas las esdrújulas que parecen convocar en sí mismas a los objetos que designan. Así que para llenar la sensación de vacío que me queda en cada frase no me queda más que hacer muchos gestos y claro, ya tenemos la cara de pero éste de qué va, monsieur, que está usted en un banco.

Al llegar a cualquier ciudad nueva, solo, con tu maleta y la dirección de tu trabajo apuntada en un papel arrugado junto a tu tarjeta de embarque de Ryanair, los primeros encuentros lingüísticos suelen girar en torno al verbo avoir. En los comercios y ventanillas todo marcha bastante bien, con un poco de avez-vous la cosa se suele solucionar aunque sigas sin enterarte de nada. Los compañeros de piso sin embargo suelen flipar bastante cuando te acercas con tu cara de la hemos hecho buena y te lanzas:

Avez-vous un desatascateur?

Para tratar temas delicados soy incapaz de fijar la atención del oyente con un simple a-toi, no me sale. Pero claro, se te va quedando la muletilla y ahora les hablo a todos de usted. No es que sienta un respeto reverencial por todos los europeos ni que el pequeño Paco Martínez Soria que todos los españoles llevamos dentro cuando salimos de nuestra tierra me dicte mis palabras, pero es que sencillamente no me sale.

Una vez que felizmente empiezas a manejar los primeros conceptos sencillos, aiguille : aguja, ampoule : bombilla, super-merchat : super-mercado, peubelle (no confundir con poulet) : basura, comienzan los conflictos culturales. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Cuando les pregunté a mis compañeros de trabajo qué cervezas debería probar, al día siguiente me trajeron una pequeña selección de greatest hits cerveceros, que si la Duvel, la Leffe, la Chimay, ésta de sabor a uva, la verdad es que el final todas me sabían más o menos a lo mismo, porque ya iba bastante ciego, pero claro, eso a un belga no se dice.

Por otro lado la cosa se complica bastante cuando intentas hacer la compra después de llegar del trabajo, imposible, toda gran y mediana superficie está cerrada a partir de las seis y media en esta ciudad, así que desolado (pero desolado en serio, no desolé, que aquí es una triste frase burocrática), te metes en un chino aleatorio, que aquí es turco, y te haces con tu pasta de un euro y tu arroz marca Garrido.

Últimamente he conseguido llegar a un arreglo haciendo la compra en la hora de la comida del trabajo. Lo malo es que los Lunes y Miércoles, que tengo clase de francés, me planto allí con el jamón de York, el lomo de cerdo envasado al vacío y mi salsa agridulce metidos a presión entre los libros y el cuaderno. Es en esos momentos cuando sientes crecer una boina de pana en la cabeza al ritmo de las miradas de los compañeros, a la vez que pones tu sonrisa de idiota y murmuras: vous savez, le temps....

domingo, 17 de mayo de 2009

El Regreso

…la vuelta de los dioses que, después de la cíclica batalla en que nuestra tierra perecerá, descubrirán, tiradas en el pasto de una nueva pradera, las piezas del ajedrez con que antes jugaron.

Jorge Luis Borges, La flor de Coleridge, Otras Inquisiciones.

The Simpsons 4F19, El enemigo de Homer, 7x10 El director y el pillo, Robin Hood, el príncipe de los ladrones, Diablo 2, El retorno del rey, Odisea.

Milhouse, vestido de guardia de seguridad hace la ronda por una fábrica abandonada adquirida poco antes por Bart Simpson. Distraído y dando pequeños sorbos al café, en la noche y entre el ruido leve de las patas pequeñas de las ratas más abajo, exclama con abnegación:

Sí señor, ésta es mi vida, al menos he llegado más lejos que mi padre.


Yo solía repetir esa frase en la cabeza cuando hablaba poco, cuando me sentaba a fumar en el banco de piedra de la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, la facultad enterrada en esa pequeña vaguada a las afueras de Madrid, la facultad gris y triste, los tiempos difíciles y las frases cáusticas - como la de Milhouse - que después de un tiempo se revelan huecas y se deshacen ante el horror profundo del caos. Cuando los días aún analógicos, las frases en la cabeza y las miradas esquivas, el suelo de la facultad cubierto de papeles por las huelgas y las manifestaciones en contra de la guerra de Irak, los versos torpes, los versos cáusticos y el empeño absurdo por callarse.

Me acuerdo de esa frase porque resume bastante bien mi vida antes de irme. Por supuesto pasaron batantes años allí en Madrid antes de mi partida, ocurrieron dramas, tragedias, sorpresas y revelaciones, historias, momentos, canciones y labios. Hay una especie de ficción gravitando sobre todo ello ahora. Mi recuerdo se confunde con la ingenuidad de Milhouse diciendo palabras demasiado pesadas para las agradables tardes de dos a tres en Antena 3, todos los días.

No dejo nada en Madrid. Hace unas horas la he llamado, me doy cuenta que desde el mensaje de ayer no me ha contestado, me siento muy estúpido, muy estúpido, cuelgo cuanto antes, espero que te vaya todo bien, cuelgo, me siento estúpido, su silencio, su frialdad, Camino Soria. Nada en Madrid, nada.

Los versos de Antonio Machado: "Tus ojos me recuerdan / las noches de verano / negras noches sin luna / orilla al mar salado" rebotan y se apagan por las calles sucias de Malasaña donde despierto aún borracho antes de irme. Después fue Septiembre y Londres, fue Camden Town, fue el éxtasis y la música electrónica, fue sobre todo el videoclip de Trainspotting con la canción "Think the way" de MC. La ciudad de los espectros, el laberinto roto.

Allí nadie se mira a los ojos cuando camina por la calle vertiginosa y repleta de presente y de urgencia. Allí pudimos escapar de los pasados. Allí aún caminan fantasmas que han conseguido olvidar su tierra arrasada de recuerdos.

Regresé a finales de Agosto del año siguiente. Madrid abrasado y lento, la ciudad conocida por donde me muevoo como si aún llevara las zapatillas de andar por casa, como si aún fuera a la cocina a coger algo del frigorífico. Las frases aburridas de nuevo en español, la cansada y antigua facultad de Geografía e Historia, el calor, la opresión de las paredes y la soledad. Las tormentas por la noche en el silencio de mi habitación con el ritmo de noticias actualizándose en la web, accidente de avión en Barajas, atentado terrorista, las quiebras y la crisis económica mundial.

Armin Tanzanian, después de haber sido descubierto como impostor delante de todo Springfield, abandona triste la casa de su falsa madre y llega al almacén donde había guardado los trastos de su antigua identidad:

Voy a recuperar mi vida desde donde la dejé

Y a continuación, el antes director Skinner, a sus cuarenta y pico años, se pone la chaqueta de cuero y sale con su moto hacia las calles de Capital City. Yo regresaba a una vida que había conseguido olvidar en Londres, una vida que me gritaba palpitando desde el asfalto caliente y las calles vacías en Agosto en Madrid. Volver a la tormenta en la ventana, a todo el cansancio acumulado en los pasillos de la universidad, volver al silencio, a la causticidad y al horror de pensar que no había cambiado.

La facultad de Filosofía en obras, los estudiantes dispersos y ajenos paseando en las aceras que crepitan. El sabor constante a ceniza y a muerte, "sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido".

Robin de Logsley regresa a su tierra después de la árdua lucha en las cruzadas, Inglaterra le recibe con su palacio en ruinas, su padre muerto y el pobre Duncan ciego y encerrado en una jaula que cuelga del techo entre las ruinas oportunamente humeantes.

Como regresa el héroe, el jugador de Diablo 2, a las ruinas en llamas de la ciudad de Tristán, la ciudad en la que pasó tanto tiempo identificando sus objetos mágicos, comprando otros y escuchando las historias que le ayudarían a completar su misión en los subterráneos del monasterio. Como regresa el héroe para rescatar a Deckard Caín, encerrado también en una jaula y rodeado de demonios malvados con poderes oscuros y aterradores. Yo solía jugar al Diablo 2 antes de irme, cuando las tardes en la universidad sin decir nada y la frase de Milhouse.



¿Cómo se recupera una vida? piensa Frodo angustiado en la oscuridad de Bolsón Cerrado al regresar de su épica misión de destruir el anillo único. Víctima aún de la palpitante herida que le hiciera el espectro en los Túmulos, Frodo se ve obligado a tomar el barco hacia el Oeste, hacia las Tierras Imperecederas.

Como el último viaje de Ulises, aquel que cuenta Dante en la Comedia, cansado de Ítaca, herido por el ansia viajera (un hechizo verde de Magic, la enfermedad de los kenders de la Dragonlance), Ulises se embarca con sus compañeros hacia las Islas Afortunadas. Por solo divisar el horizonte de estas Islas, los dioses hacen naufragar el barco en el océano y Ulises termina su eternidad en uno de esos círculos terribles versificados por Dante - no recuerdo cuál.

Como el último plano de Centauros del desierto, el penúltimo capítulo de La máquina del Tiempo, de H.G. Wells.

En el octavo libro de la Odisea, en la corte de Alcínoo - el rey feacio - un aedo canta a los héroes de la guerra de Troya, Ulises, que en ese momento aún no ha revelado su identidad, llora al evocar la contienda y las penurias del regreso. Alcínoo, sorprendido, le pregunta por qué derrama sus lágrimas cuando:

Los dioses tejen desdichas para que a los seres humanos no les falte algo que cantar.

Las lágrimas me salieron como náuseas cuando era Abril en Madrid y yo aún estaba en otra parte. Como los vagabundos australianos, tararendo Waltzing Matilda, cogí la maleta, el portátil y la guitarra y me vine aquí a Bruselas. Lástima que en el avión no me dejaran llevar la guitarra.